¿Lambrusco y palomitas?... ¡no, mejor el cotechino!

Quizás Ligabue tenía razón, pero nosotros preferimos la canción al consejo gastronómico! Y el Lambrusco tiene un matrimonio ideal… podríamos decir por “toda la vida”, “hasta que la tenedor no nos separe”.
Es el Cotechino. Y los amigos emilianos lo saben bien.

Muchas veces se viene a pensar, ¿nace primero el vino o la comida en un territorio? Porque es extraordinario cómo ambas cosas siempre van de la mano.
¡Langhe, trufa y Barolo! ¡Valpolicella Amarone y brasato! Collio Ribolla y pescado! ¡Chianti y Chianina! Etcétera. Italia tiene un ejemplo para cada ciudad. Es cierto que el hombre ha sabido adaptar a la naturaleza técnicas de trabajo de la materia prima que han permitido desde siempre la placentera experiencia en la mesa.

No hay mejor vino que el Lambrusco para las grasificaciones de los cotechini o los zamponi. Cortezas y partes magras que se funden en una cremosidad única a la que es difícil resistir.
¿Y qué serían las fiestas de fin de año sin el cotechino con lentejas? Un plato que ha superado las fronteras regionales y se ha convertido en un must, una tradición italiana que ha unido el norte y el sur.

Sí, pero ¿cuál Lambrusco? Aquí depende del gusto. Se conocen Lambruscos secos y suaves, ácidos y equilibrados, estructurados y más ligeros. En Mantova lo prefieren seco y lo llaman Salamino. En Módena, en cambio, entre las dulces colinas de Castelvetro lo aman suave y seductor. En ambos casos, la burbuja es sustancial para platos tan suculentos y grasientos.

Digamos que el cerdo en general llama al Lambrusco. Un gran risotto con el tastasal, como se usa en Verona, con carnes molidas de cerdo en puro estilo de salchicha, o el mítico risotto all’isolana de Isola della Scala, con partes de cerdo y partes de ternera, o el risotto con el pontel de Casteldario en Mantova. Y en todos los casos, la combinación con el Lambrusco aporta placer y satisfacción.

Sí, porque el Lambrusco tiene la distinción de ser poco alcohólico, fresco, cremoso, afrutado y decisivamente desengrasante.

En resumen, para algunos platos del invierno padano y no solo… ¡un verdadero tonificante de las mesas!

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