Borghetto sul Mincio, una fracción de Valeggio sul Mincio en la provincia de Verona, es uno de los pueblos más encantadores de Italia. Situado a lo largo de las orillas del río Mincio, este pequeño pueblo medieval es conocido por su paisaje con antiguos puentes y molinos de agua que parecen sacados de una postal de otra época.
Borghetto sul Mincio ha sido incluido en el club de los Pueblos más bellos de Italia.
Este pueblo tiene una historia rica y fascinante: sus orígenes se remontan a la época longobarda y ha conservado las fortificaciones del período medieval.
El símbolo de Borghetto sul Mincio es el Ponte Visconteo, construido en 1393 por voluntad de Gian Galeazzo Visconti, Duque de Milán, con el propósito de evitar que se traspasaran los límites orientales del ducado.
Este puente, con más de 600 metros de longitud, se conecta con el Castillo Scaligero de Valeggio sul Mincio.
Caminando por las estrechas calles del pueblo, se pueden admirar antiguas casas de piedra, molinos de agua aún en funcionamiento, la pequeña Iglesia de San Marco Evangelista y la estatua de San Juan Nepomuceno que, según la tradición, debería proteger de la ahogamiento a aquellos que caen en las aguas del río.
El plato emblemático de Borghetto y Valeggio sul Mincio son los tortellini, conocidos localmente como "nudos de amor".
Estos tortellini finos y transparentes están hechos a mano con una masa de huevo rellena de una deliciosa mezcla de carne y suelen servirse en caldo de carne o con mantequilla y salvia.
Según la leyenda, los nudos de amor representan una promesa de amor eterno entre un caballero y una ninfa del río.
Cuentan que durante el periodo de luchas entre las señorías del norte de Italia, un capitán de las milicias visconti, Malco, se enamoró perdidamente de una bellísima ninfa del río Mincio llamada Silvia. Silvia era una criatura encantadora, mitad mujer y mitad ninfa, y su amor, imposible por naturaleza, desafiaba todas las convenciones de la época.
Una noche, bajo la luz de la luna, Malco y Silvia decidieron huir juntos para vivir su amor lejos de miradas indiscretas. Antes de partir, Silvia ató un pañuelo de seda dorada como símbolo de su vínculo eterno, creando un nudo de amor. Este gesto simbolizaba su promesa de amor eterno, más allá de cualquier obstáculo y frontera.
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